En el sur de la Capital, hay estructuras que rememoran al Santiago del Estero industrial, cuando hoy, por las redes sociales, nos recuerdan lugares donde se mantienen presentes el pasado y nos preguntan ¿Sabías que esta gran chimenea es el último testigo de la industria azucarera santiagueña, que floreció gracias al industrial francés Pedro San Germés en el siglo XIX?

Según constan en las crónicas de la época, el Ingenio Contreras era imponente. El edificio de las máquinas ocupaba una superficie de 3.737 metros cuadrados. Constaba de dos trapiches movidos a vapor, que podían moler 400.000 kilos de caña en un día; 18 centrifugadoras completaban el trabajo, que llegaba a producir más de 100.000 kilos de azúcar diariamente.

En el establecimiento se carneaban de cinco a seis animales al día, en época de la cosecha, para más de 1000 peones.

La propiedad de San Germés se hallaba situada a siete kilómetros al sur de la ciudad de Santiago del Estero, su superficie era de 800 cuadras de un terreno llano y de fácil irrigación. La plantación de caña de azúcar ocupaba una extensión de más de 600 hectáreas, 100 cuadras de la misma propiedad estaban ocupadas por alfalfa, destinada al mantenimiento del ganado del establecimiento (vacuno, yeguarizo, mular). El resto del terreno estaba ocupado por bosques de algarrobos y quebrachos, que proporcionaban la cantidad de leña suficiente y en parte la madera para carros y otros usos de carpintería, que se confeccionaban en el establecimiento. Un canal de gran capacidad que partía del río Dulce, conducía el agua para el riego de los cultivos.

La Industria, órgano del Centro Industrial de Buenos Aires, núm. 35, Setiembre de 1880, decía:

“Azúcar de Santiago: La muestra de este producto, elaborado en el Ingenio de los señores San Germés hermanos y que hace algunos días está expuesta en el local de nuestra asociación, remitida por el senador Gregorio Santillán, ha causado una agradable sorpresa a los inteligentes que la han examinado.

Los primeros visitantes han incurrido en la creencia de encontrar un artículo semejante al que ya conocemos como producto de las provincias, pero su vista arrancaba exclamaciones que hubieran causado verdadera satisfacción al industrial que la elabora. Entrando después a un examen detenido de sus condiciones, las opiniones de las numerosas personas que la han examinado. Están de acuerdo en que aun cuando no tiene el brillo de la azúcar francesa y americana, su blancura, calidad y pureza, la colocan en situación favorable para establecer una competencia ventajosa sobre ellas.

Su sabor es muy agradable y a pesar de la consistencia del pan o terrones, se presta fácilmente a la disolución, sin dejar el más mínimo residuo de impurezas o materias extrañas a su composición.

Tales son en resumen las unánimes opiniones de los visitantes que concurren allí diariamente, siendo cada uno de ellos un entusiasta propagador de las condiciones de este excelente producto, que atrae otros nuevos interesados en su examen; sería necesaria una gran producción para llenar el número de pedidos. Según el experimento que hemos hecho, calculamos que su fuerza de endulzar está en una proporción de un 20 por ciento más o menos sobre la mejor que nos viene del Exterior”.

Sin embargo, el proyecto industrialista de este francés obstinado fracasó junto con el proyecto de la élite gobernante de entonces.

El ferrocarril que llegaba a la capital de la provincia, a diferencia del que llegaba a la capital de Tucumán, era de trocha angosta, con menor capacidad de carga. A ello debemos sumar que la élite tucumana, mejor posicionada políticamente que la santiagueña en el ámbito nacional, consiguió fletes diferenciados y subvenciones para su industria azucarera.

El azúcar producido en Santiago del Estero no podía, en consecuencia, competir con la fabricada en Tucumán. El préstamo hipotecario terminó siendo una carga difícil de sobrellevar. El suicidio de Pedro San Germés, arrojándose desde la chimenea al trapiche según cuenta la memoria colectiva, selló en forma trágica lo que pudo ser un futuro promisorio para la provincia.