Un científico británico que murió decapitado hace cinco años fue vinculado con la presencia de un fantasma que camina en un tramo de la ruta 16, en el departamento Copo.

Nunca se supo cómo, ni de qué murió. Encontraron su cabeza en la banquina de la ruta en medio de los fachinales y su cuerpo desmembrado y disperso en el interior de su casa, ubicada a doscientos metros en el monte profundo. 

A cinco años de que fuera encontrado su cuerpo desmembrado, la figura del científico inglés Donald Brooks, un misterioso personaje que vivía en medio del monte en cercanías de la localidad de Urutaú (ubicada en el departamento Copo) vuelve a sacudir a los lugareños quienes lo asocian con un fantasma que, según ellos, los asusta sobre la ruta 16 en inmediaciones de donde vivía.

Hay  viajeros que con frecuencia circulan por ese tramo de la ruta que aseguran haber visto a una persona impecablemente vestida de frac, galera y bastón, por ese despoblado lugar.

Por su parte, testimonios de lugareños aseveran que ellos también lo ven y están convencidos que se trata del científico, cuya cabeza fue encontrada por empleados de vialidad el día jueves  14  enero del año 2012, cuando limpiaban la banquina de la ruta.

De extraño a misterioso

La presencia  en ese lugar y la muerte del británico siempre fue una causa extraña y misteriosa, nunca los habitantes de la zona y hasta la Justicia pudieron establecer cuál fue la razón de la permanencia del inglés, qué misión cumplía en ese lugar, ni cuáles fueron las causas de su muerte.

Una investigación realizada por el diario El Municipal Web estableció que el extranjero apareció en el  año 1994. Llegó silenciosamente a la zona y se instaló con su camioneta Mercedes Benz  en el monte profundo, teniendo al vecino más cercano a cinco kilómetros de su propiedad.

No tenía contacto, se disculpaba que no hablaba ni entendía el  castellano. Su aspecto, a veces desalineado, con signos de abandono, evitando siempre el  contacto con lugareños, lo alejaban de los curiosos vecinos.

Por otra parte, todos sabían de la presencia de ese hombre y coinciden en relatar que en, un principio, cuando recién llegó, vivía dentro de la camioneta  trafic Mercedes Benz. Rodado que estacionaba a unos 100 metros adentro de la ruta 16, donde se instaló y vivió los primeros años.

Pocos se acercaban, tenían miedo a su forma de vivir, a la vez que él mismo siempre evitó relacionarse con los lugareños.

Con  los años, construyó una precaria vivienda, donde en realidad cuidaba de que nadie llegara a interrumpir su soledad. Se conocía de su existencia cuando, cada dos o tres meces, salía hacia la ciudad de Monte Quemado (Santiago del Estero) o Taco Pozo, (Chaco), donde se dice que se aprovisionaba de mercadería.

Lo que desconcertaba y confundía de su personalidad era que en oportunidades se presentaba andrajoso, propio de una vida de abandono, evidenciando lo poco afecto al agua y al jabón. En otras, se lo veía llegar a los bares de las ciudades cercanas vestido, al estilo de un barón de la nobleza británica. Frac, galera, bastón, indumentaria propia de un caballero inglés y pedía para tomar bebidas fuertes: vodka, ginebra o whisky.

En realidad, esa manera de camuflarse, su vida ermitaña, generaba temor en los vecinos que nunca formaron una relación con el misterioso vecino.

Su forma de ser elevó sospechas sobre cuáles eran los motivos de su real presencia en ese lugar. Extrañaba su solitaria estadía, habiéndose tejido las conjeturas más descabelladas y hasta el día que encontraron su cuerpo mutilado y disperso por su casa, nunca nadie había ingresado, ni se conocía que en realidad se trataba de un científico.

Durante los años de su estadía, los comentarios corrían como reguera de pólvora, la gente lo relacionaba con un loco, un prófugo de la justicia inglesa y al extremo se decía hasta que era un espía del Reino Unido.

Lo último fue endilgado al sujeto cuando, desde la ruta, observaban una disimulada antena que sobresalía sobre la copa del monte, de lo que después de muerto, en la inspección ocular de la Policía, se supo que era la antena simulada de un poderoso equipo de radio aficionado, con el que se comunicaba. Lo que no está claro es con quién lo hacía y qué tipo de mensajes trasmitía o recibía.

Un detalle de la investigación que fue realizada en forma exclusiva por este diario digital establece que el británico cada, tres meses o cuatro meces, en principio, encendía el motor de su trafic y viajaba a la ciudad de Resistencia (cabe señalar que en los últimos tiempos lo hacía a bordo de un colectivo), donde percibía en dólares una abultada jubilación, que le enviaba el gobierno inglés a un banco chaqueño y se sospecha que el extranjero guardaba una gran cantidad de dinero ahorrado, el que después de muerto no se encontró en su casa ni en ningún banco argentino.

Al respecto, la investigación fue iniciada en torno al dinero y a los bienes electrónicos que guardaba el inglés en esa casa, los cuales podrían haber sido el causal de la muerte, ligada a un acto de violencia. 

Lo concreto es que el científico vivió más de diez años en el monte copeño , llevó una vida de ermitaño, nunca nadie ingresó a la precaria vivienda que ocupó, si alguien se arrimaba lo recibía afuera y lo despedía rápido, hasta que el día jueves 13 de enero, empleados de vialidad nacional que limpiaban la banquina de la ruta, encontraron su  cabeza en la banquina. La policía de Monte Quemado, llegó al lugar, inspeccionando la zona, llegaron a la casa donde vivía el inglés, golpearon la mano, nadie salió a recibirlos, y cuando ingresaron se encontraron con el cuerpo de Donald Brooks.

A cinco años de su muerte, los lugareños dicen que los asusta el fantasma de un caballero inglés, que camina por la banquina de la ruta, en el tramo donde encontraron la cabeza. Estas apariciones fantasmagóricas todos lo relacionan con el alma del científico, que misteriosamente permaneció dieciocho años en esos montes y que hasta la fecha nunca se supo cuál fue la verdadera misión que cumplía y lo más grave, por qué fue asesinado.