Departamento Copo | Ayer, la escuela 1018 de la localidad de Urutaú está de fiesta. El establecimiento cumplió 100 años de vida institucional.

Ya no son muchos los alumnos, apenas un puñado de niños festejaran el siglo de vida  que se quedaron allí por generaciones, inmovilizados por la pobreza, saldo de obrajes desaparecidos hace ya más de cuatro décadas, donde la escuela se quedó y fue siempre la luz de esperanza de una comunidad que año tras año se fue disgregando.

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Al igual que el ave de la leyenda que pasa lamentándose por el amor perdido, el pueblo de Urutaú se lamenta de un pasado esplendoroso y lleno de promesas de progreso y futuro. El presente del pueblo es desalentador; Urutaú es un pueblo de ancianos y de unos pocos niños, la gente joven emigra  por la falta de oportunidades laborales y educativas, la dificultad y el costo para continuar estudios o buscar trabajo en localidades vecinas, las perspectivas del pueblo que sufre y cada vez es más oscuro su futuro.

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Trascribiendo desde algunos párrafos de un compendio es justo reiterar donde dice: “Entre todas estas carencias hay razones para creer en un futuro posible para el pueblo. Este futuro está ligado sin duda a actores clave como lo son ONGs e individuos con una preocupación personal con el pueblo dispuesto a invertir tiempo, esfuerzo y hasta dinero propio para verlo salir adelante. Este es el caso de Reina “Pochi” Altamiranda, APAER y misiones rurales, y en la medida que este informe ayude a vislumbrar posibilidades futuras, también es el caso de Asociación Responde, con un liderazgo efectivo como el que existe actualmente y una mayor ayuda profesional y disponibilidad de recursos, el pueblo puede hacer realidad el proyecto de auto sustentabilidad que sus habitantes  sueñan”.