En estos días vemos las obras de la justicia, encerrada, en los intereses,  de un gobierno  que se instaló en el corazón del pueblo y que comienza a  mostrar  las debilidades de sus aspiraciones de perpetuarse en el poder.

La descomposición de los imperios y también de los actuales gobiernos  siempre se inicia después de someter  a la justicia.  La historia bíblica nos cuenta  que los hombres más poderosos de la tierra, sin los frenos de la justicia  en su ambición desmedida destruyeron la creación de sus propios imperios y en lo más inmediato cercano a los santiagueños,  el reinado de 50 años del matrimonio Juárez, que  se perpetuaron en el poder se fueron del gobierno como se fueron.

No vamos a exponer nuestro pensamiento crítico con respeto a la sometida justicia santiagueña. Sino vamos a recordar  en tres capítulos, publicadas en  tres ediciones seguidas del diario digital El Municipal Web. Que el hombre es dueño y responsable de sus acciones empero el acontecer histórico  de los pueblos que sufren abusos e injusticias, siempre estará en manos de Dios.   

1ra Capitulo  

"¿De Nazareth, puede salir algo bueno?" estas palabras las dijo Natana al apóstol Felipe, cuando se lo presentaron a Jesús. Los nazarenos tenían mala fama en Israel, pero por lo visto tenían mucha suerte, porque de Nazareth, salió algo muy bueno. Salieron Jesús y María, el hombre y la mujer más famosos y determinantes, que cambiaron el curso de la historia.

El hombre es dueño y responsable de sus acciones, pero el acontecer histórico está en las manos de Dios, por eso Jesús le dice a Pilatos en el pretorio: "no tendrías poder sobre mí, si no se te hubiera dado de lo alto". Toda esta gesta, vista con ojos puramente humanos, comienza cuando el emperador cayo Julio Cesar Octavio Augusto, luego de derrotar a Marco Antonio, y a todos sus enemigos, le dio cuarenta años de paz a Roma. Y Octavio Augusto, desde su magnífico palacio ubicado en la colina del Palatino, dio la orden de hacer un censo de la población, en todo el Imperio Romano, que  que comprendía dentro de él, como sus provincias, a todos los imperios anteriores, incluido el de Alejandro Magno.

Sin saberlo, Octavio Augusto ejecutaba el plan de Dios, y movió uno de los engranajes que cambió la historia de la humanidad.  

Porque un pobre carpintero judío, llamado José, junto con su esposa, una humilde joven judía llamada María, se vieron obligados por la orden del emperador romano, a salir de Nazareth para ir a Belén la ciudad natal del Rey David, para inscribirse, porque José era descendiente de la familia de David. Y cuando estuvieron en Belén, María, que estaba embarazada, sintió los dolores del parto. El pobre José, buscó rápidamente un lugar donde alojarla, y sólo encontró espacio en un establo de animales, porque la posada estaba llena, y no había lugar para ellos. Esa misma noche, Octavio Augusto descansaba en su magnífico palacio sobre la colina del Palatino. Y María dio a luz a su hijo en ese establo, y como no había ninguna cuna, acomodó a su niño en la pesebrera, que es la "batea", el recipiente donde se ponía el alimento para los animales del establo. Trescientos años más tarde, los seguidores del niño del establo, armados con la sangre de sus mártires, conquistaron sin ejércitos, sin lanzas, sin espadas, a Roma y a todo su Imperio.

En el año 325 de nuestra era, todo el Imperio Romano, el más grande de la historia, era cristiano, por decisión divina.  En el año 2021, de nuestra era, el Imperio Romano no existe, Roma ya no "rige a los pueblos". Pero muy cerca de la colina del Palatino, donde ya no existe el palacio de Octavio Augusto; sobre la colina vaticana, se levanta la sede del representante del niño del establo de Belén, el Papa, la cabeza visible de más de mil cuatrocientos millones de cristianos católicos, esparcidos hasta los confines de la tierra.

¡NO TE LO PIERDAS, EN LA EDICIÓN DE MAÑANA, EL SEGUNDO CAPÍTULO!