Por Tony Villavicencio | En las calles de Monte Quemado, y también en ruta 16 dentro del ejido municipal, persiste un mal que por su reiteración e indiferencia para solucionarlo tiende a caracterizarse como endémico.

La presencia de animales sueltos. Tropillas de caballos, burros, cabríos y porcinos pasean por espacios públicos sin que la Municipalidad o la policía hagan algo. No se interesan por hacer cumplir las leyes provinciales y nacionales y ordenanzas municipales.

La solución de fondo no pasa por saber a quién hay que reclamar las pérdidas humanas y económicas generadas por el choque de un vehículo contra un animal suelto. Es necesario prevenir esos hechos, ya que la “compensación” económica reclamada a un tercero jamás puede compensar la muerte de un ser querido.

Para encontrar la solución al problema genérico es necesario conocer cuáles son las causas de la existencia y persistencia de los animales sueltos en las calles de Monte Quemado, espacios públicos, accesos y hasta en las ruta internacional 16, dentro del ejido municipal, donde el viernes pasado sufrimos un brutal accidente y por el cuidado y la providencia de Dios, hoy estamos escribiendo y suplicando a las autoridades que apliquen las leyes y ordenanzas, para de esta forma salvar vidas.

Lo anterior intenta explicar el origen de los hechos, pero la causa de la permanencia de los animales en las calles de la  ciudad -y la reiteración- se debe al desinterés de la Municipalidad de hacer cumplir las ordenanzas y de un Consejo Deliberante desentendido de sus funciones.

Los animales en las calles de la ciudad y más aún en rutas representan peligrosidad potencial para quienes transitan. No se puede perdonar a quienes con sus animales ponen en peligro la vida de los vecinos de Monte Quemado.

No existe la verdadera libertad sin responsabilidad; y no existe verdadera responsabilidad sin temor a sufrir las consecuencias por los actos perjudiciales a los demás, pero qué se puede hacer cuando vemos que las autoridades del lugar dejan de aplicar las ordenanzas por politiquear y privilegiar el voto de un infractor. Actitud típica en nuestra sociedad donde pareciera que merecemos la condena de vivir en forma mediocre, al extremo de exponer las vidas de los vecinos, que por cierto, por miedo al poder político, han perdido en la práctica el verdadero derecho a exigir soluciones.