Por Tony Villavicencio | Hubo un tiempo en que ante la desobediencia de un hijo la bofetada te ponía el cerebro en su sitio.

Claro, hoy de ocurrir sería un escándalo que terminaría en la Fiscalía y nos acostumbramos en estos últimos meses, a mirar en las páginas policiales de los diarios las redadas policiales a los adolescentes y jóvenes que sin frenos de sus mayores transgreden las restricciones impuestas por la pandemia.

Un Fiscal estalló y ordenó controlar a los adolescentes, jóvenes y algunos mayores que arman fiestas, espectáculos, concurren a las reuniones, no usan mascarillas y se exponen a contagiarse y contagiar. Desde el Municipal Web pedimos a la justicias que avance contra los que instigan a la desobediencia y siembran incredulidad, arriesgando la vida en preferencia de intereses políticos, económicos, sociales, religiosos y hasta raciales.

Empero, nos vamos a ocupar de los adolescentes, jóvenes y los mayores que los consienten. La pandemia nos ha hecho más que avivar el tópico, actualizado con cada nueva crisis, que afirma que los jóvenes son cada vez más ignorantes e indisciplinados y debido a estos defectos incurables, y que pareciera son, incorregibles. Siempre están a punto de destrozarse a sí mismos y de destrozar la sociedad.

Hoy, en todo el mundo estas tres franjas hectáreas de la vida humana son señaladas como responsables del aumento de los contagios del coronavirus, y aquí en Monte Quemado, desde hace varios días, estamos sepultando a dos o tres vecinos víctimas del Covid. Como sociedad no nos hagamos los distraídos, el contagio se lo propicia concurriendo a reuniones, cumpleaños, tabeadas, truqueadas y otras fiestas  clandestinas que se organizan o simplemente concurriendo al almacén o al súper  sin barbijo.

Ya habíamos oído hablar de los peligros que incorpora a los pueblos  a la deshumanizante tecnología que impone cambios en las culturas. El barbijo es la nueva prenda que se incorporó al vestido de los individuos. Es necesario enseñanzas que se propongan a enderezar a un joven díscolo ignorando las estructuras que lo rodean y explicando hasta el cansancio que la situación sanitaria nos exige el compromiso cuidarnos y cuidar al otro.

En Monte Quemado nos sorprendemos de las fiestas de cumpleaños, algunas reuniones y hasta fiestas por bajo de la mesa consentidas, las juntadas, reuniones de juegos de azar compartiendo la timba en garitos clandestinos, en las plazas o en las esquinas del barrio con botellas de vino, cerveza y/otras bebidas alcohólicas, y hasta  alguna hojitas  o polvito  para frenar la ansiedad y enfrentar los controles de las  restricciones.

Todo esto ha ocurrido siempre, pero se ha agudizado con la pandemia, está clara la irresponsabilidad de los adolescentes, jóvenes y la ignorancia de algunos mayores. Esta es la principal causa de la propagación del virus donde ya el fantasma de la muerte golpeo  la puerta de numerosos hogares, dejando familias destruidas.  

Ortega Gasset escribió que, antes o después, cualquier persona sensible se descubrirá fatalmente adscrita a cierto grupo de edad y a un estilo de vida. Hablaba de las generaciones que consisten, según su teoría, en los tramos en los que puede dividirse una sociedad. Así, todos los individuos que viven a la vez son contemporáneos pero solo los que comparten ciertos intereses y formas de vida, además de edades parecidas (distingue entre los veinte, los cuarenta y cinco y los sesenta años), se pueden considerar coetáneos o pertenecientes a la misma generación.

Se dice que los changos son cada vez más estúpidos porque leen menos, que son más ineptos porque han crecido sobreprotegidos y engañados por las pedagogías de la autoestima, que son narcisistas aun cuando hacen voluntariado y que están despolitizados y deshumanizados a pesar de la tozudez del sistema educativo laico. Pero hay que pensar en cuántas de estas fiestas y reuniones clandestinas  que programan, los jóvenes son consentidos en la misma proporción por el resto de la población adulta, igual de infantilizada.

Los jóvenes deberían encabezar el cambio en las nuevas actitudes sociales provocadas por la pandemia, como distancia física, lavado de las manos y cuando la distancia es imposible usar el barbijo, y sus mayores deberían dar el ejemplo.