"El coronavirus y los pelotudos", arículo que publicó el diario Clarín, describe tal cual es el comportamiento que están teniendo muchos argentinos, son la minoría pero existen. 

De ninguna manera la nota pretendió aludir a los pelotudos que nos quedamos encerrados en la casa  viendo que los otros pelotudos iban y volvían, mientras la policía se hacia la pelotuda, hasta que vino un jefe pelotudo y decidió encanar a los pelotudos que  no cumplían la cuarentena.

Con toda la desgracia que significa, el coronavirus puede llegar a tener su lado positivo como se vio en los últimos días. En aquellos lugares que son atacados por el virus, lo primero que queda en evidencia son los pelotudos.

Tenemos que aprovechar la desgracia y transformarla en virtud. Es la gran oportunidad para hacerles dar cuenta a los pelotudos que son unos pelotudos y que siempre fueron pelotudos y que la pandemia como nunca  los puso en evidencia.

Gracias a este horrible bichito, ahora podemos ver con absoluta claridad que allí, donde creíamos que había un tipo común, normal y razonable, en realidad se escondía un pelotudo descomunal. Sin quererlo, el coronavirus es un gran iluminador de pelotudos.

Una idea posible sería hacer un programa de televisión mostrando a los distintos pelotudos que nos rodean a medida que van apareciendo. 

Por ejemplo, podríamos mostrar la cara de todos los pelotudos que hacen cola para ir a Pinamar, Cariló y otras localidades de la Costa, mientras el gobierno les pide que se queden en casa y las autoridades locales les avisan que va a estar todo cerrado y que por favor no vayan. Pero los pelotudos van igual porque son muy pelotudos.

O los pelotudos que hacen kilómetros de cola en la Panamericana para irse al country, en plena cuarentena.

Ni hablar que también incluiría al pelotudo que se subió al Buquebús con síntomas de coronavirus y le arruinó la vida a 400 pasajeros. Un pelotudito muy joven, de 21 pirulos, que tiene muchos años por delante y que, si Dios quiere, va a llegar a ser un gran pelotudo.

En el fondo, el programa no sería otra cosa que un gran concurso nacional para elegir al Pelotudo del año.

Sin embargo estos son pelotudos anónimos. Puede ser que sea divertido pero en realidad tiene poco gancho. Para que el programa realmente tenga punch tenemos que hacerlo con los pelotudos conocidos. Ahí sí que la rompemos.

“Coronavirus y pelotudos: especial famosos”. Ahí ya te entran todos los pelotudos reconocidos por el gran público.

Desde el genial Pastor Giménez que esta semana salió a vender alcohol en gel que cura el coronavirus a una luca el frasquito milagroso hasta el periodista Roberto Navarro que apareció reclamándole al Presidente que le pongan la publicidad oficial que, según él mismo reconoció, le prometieron antes de asumir y ahora no le quieren dar. Doble mérito el de Navarro: reconocer públicamente que le prometieron pauta oficial y al mismo tiempo salir a denunciar que el gobierno no le está dando la guita. Pensar que estamos frente a un desastre económico inimaginable y el pelotudo quiere que el Estado le de guita para su web. Creer o reventar.

Yo sé que uno de los grandes favoritos del público es el pelotudo que le pegó al guardia de seguridad, enfurecido porque no lo querían dejar salir de su cuarentena.

Permítanme reivindicar a este pelotudo que, sin querer, hizo un gran aporte a la sociedad. Todos pudimos ver y escuchar cómo le pegaba al guardia mientras este le explicaba con buen criterio que debía quedarse en su departamento. Eso llamó mucho la atención. Sorprendió. Impactó. Pudimos ver lo que es capaz de hacer un tipo cuando es un pelotudo. Indignó tanto a la gente que hasta el propio Presidente Fernández dijo públicamente que él mismo quería ir a buscarlo. Sin embargo, hay que reconocerle un gran mérito: el pelotudo genero conciencia.

Fue más efectivo que cualquier campaña. ¡Miren lo que puede llegar a hacer un pelotudo! Sirvió para que todos estemos mucho más atentos y amedrentó a miles de pelotudos que estaban pensando en hacer la misma pelotudez. A veces no hay pelotudez que por bien no venga. Seguramente gracias a este pelotudo se salvaron muchas vidas. Creo que cuando termine la epidemia deberíamos hacerle un homenaje y posiblemente hasta un monumento. El monumento al pelotudo.

Sin embargo, este tipo no sirve para llevarse el trofeo del Pelotudo del Año. Televisivamente hablando garpa mucho más que el ganador sea un pelotudo famoso y no que lo gane cualquier pelotudo. Si vamos a hacer un programa de televisión, lo vamos a hacer bien.

Obviamente, antes de que me lo diga, amigo lector, yo sé que usted y muchísima gente está pensando que el premio al Pelotudo del año se lo lleva Tinelli por insistir en seguir jugando la Superliga cuando el planeta ya había suspendido todas las competencias deportivas y por irse a Esquel en el mismo momento en que el Presidente declaraba la cuarentena e instaba a la población a quedarse en su casa. Calma.

En primer lugar tengamos un poco más de respeto por las trayectorias. Es una tremenda injusticia para con nuestro gran conductor de la tele. Mucho más ahora que nos enteramos que el tipo dijo que tiene domicilio en Esquel desde 1998. Imagínese, amigo lector, el mérito de este muchacho que todas las mañanas se levanta en Esquel, se viene al canal a cortar polleritas hasta la medianoche y después se vuelve otra vez a Esquel. Todos los días, hace 22 años. No es ningún pelotudo.

Simplemente ocurre que a él, como a tanta gente, le cuesta entender que no hay que desplazarse porque cuando uno se desplaza lleva el virus adónde va. Lo explicó perfectamente el presidente, los ministros, la oposición, los doctores, los periodistas ¿Se puede ser tan pelotudo de no entenderlo? Evidentemente sí.

Y en segundo lugar no nos apuremos en darle el premio a Tinelli porque esto recién empieza. Reconozco que el tipo picó en punta, pero falta. Van a aparecer pelotudos mucho más pelotudos que Tinelli.

Yo sé que con el tiempo, alguien podrá decir “¿viste que al final no pasó nada, pelotudo?” Puede ser. Ojalá.

Pero por ahora es mejor portarse bien y quedarse en casa que ser un pelotudo. Y en todo caso, si al final no pasa nada grave no querrá decir que los pelotudos tenían razón sino que por suerte el plan de la cuarentena salió bien, pese a todas las pelotudeces que hacen los pelotudos.

Algo me dice que de esto vamos a salir fortalecidos. Podemos ser un país mejor. Más unido. La imagen de Tío Alberto con Larreta, Kicillof, Morales y Perotti demuestra que se puede.

Y si después no resulta y volvemos al zafarrancho de siempre, al menos ya tendremos identificados a un montón de pelotudos.

Párrafo aparte para Cristina. En esta catástrofe, Ella volvió a hacer lo mismo que hizo en cada momento dramático del país. Como en Cromañón, como en Once o tantas otras. Sólo que esta vez, hacer eso mismo era lo indicado: lavarse las manos.

Si algún pelotudo quiere violar la cuarentena y salir a pelotudear, que le pase a Cristina un papelito debajo de la puerta que diga: “Estamos todos bien, los 44 (millones)”.