Por Ricardo Roa.- Como en cada víspera de marzo, los gremios docentes amenazan con no empezar las clases. Todos los años pasa lo mismo y todos sabíamos que este año también iba a pasar. Todos los años son el mismo año y otra vez no son pocas las provincias que ya amenazan iniciar el periodo lectivo 2019 con paros, si no son atendidos sus reclamos.

Película repetida y previsible que empieza con una propuesta oficial que sea cual fuere será rechazada. Pasó esta semana en Buenos Aires, donde el gobierno de Vidal ofreció aumentos atados automáticamente a la inflación para todo 2019. En forma mensual los primeros tres meses y en forma trimestral después.

Era lo que pedían los gremios que ahora piden dos cosas más: recuperar lo perdido en 2018 y recuperar la paritaria nacional, una paritaria de ficción: había sido armada por el kirchnerismo a la medida de las necesidades políticas de la CTERA y a la medida de sus necesidades financieras. Cada negociación implicaba un pago al sindicato. La Nación no tiene escuelas ni tiene docentes a cargo pero allí fijaban el salario inicial de los maestros que las provincias debían pagar.

“Si hay un sector dentro de las políticas públicas que no registra el paso del tiempo o, lo que es peor, camina siempre por el mismo fandango sin poder avanzar, es el de la educación. No se trata de negar que la demanda actual y repetida por mayores salarios sea improcedente en un país que no se resuelve a priorizar la función docente como muy relevante para ayudar a construir su propio futuro y, lo que es grave, en un escenario inflacionario tan regresivo para cualquier trabajador”.

¿De cuándo es este párrafo de Susana Decibe, la ex ministra de Educación? De 2013. Decibe podría escribir lo mismo hoy. Ese eterno retorno de lo mismo no es simplemente una reiteración. Ahonda el daño, porque el trauma educativo se convierte en enfermedad crónica. Y no empezó en 2013. Firmamos los tratados más progresistas en temas de niñez pero no somos capaces de garantizar a los chicos 180 días de clase: nunca se cumplieron desde la recuperación de la democracia

El paro del primer día de clase es el que más nervioso pone a los funcionarios y es el que menos daños hace a la escuela. Comenzar un día después es menos perjudicial que comenzar y cortar y recomenzar. En 2018 los chicos bonaerenses perdieron 29 días de clases sólo por paros, publica Clarín en su columna de Opinión.

Los de las escuelas públicas, donde se educan los más necesitados, no los de las privadas. No hace falta preguntarse por qué más padres se sacrifican por enviar a sus hijos a las privadas. Es el 40% en Buenos Aires. Hazaña del progresismo: empujar a la gente a escapar del Estado mientras proclaman defender al Estado.

Si los gremios siguen refugiándose en la demagogia y los gobiernos usan el desprestigio de los gremialistas para no resolver, las víctimas serán las de siempre: los alumnos. En el día de la marmota, una película, Bill Murray hace de meteorólogo de la tevé que va a cubrir en un pequeño pueblo cómo pronostica el tiempo el bicho cuando sale de su hibernación.

Y queda suspendido en el tiempo, condenado a vivir el mismo día para siempre. Mucho de eso ocurre con la educación. Está igual, empantanada, mientras los demás países avanzan.