El primer canal de incidencia, y probablemente el más obvio, es el de las pérdidas educativas directamente asociadas con el cierre de las escuelas.

Hacia el 23 de abril de este año, unos 189 países habían decretado el cierre de establecimientos educativos a nivel nacional, una situación que terminó por afectar la formación de más de mil quinientos millones de estudiantes alrededor del mundo.

Numerosas investigaciones han demostrado que la reducción de horas de estudio empobrece el desempeño académico. Estimaciones recientes en EE.UU muestran que las pérdidas agregadas del retorno individual de ingresos potenciales futuros representan un 12,7 % del PBI. De acuerdo con los resultados hallados en investigaciones que miden la disparidad educacional existente luego de las vacaciones de verano, esta situación extraordinaria probablemente afecte de manera particular a los niños en condiciones más desfavorecidas. Estos cuentan con menores oportunidades educativas fuera de las escuelas ya que sus padres no poseen un nivel de preparación adecuado para apoyarlos a continuar su proceso de formación dentro de sus hogares. 

Sumado a esto, la capacidad de las escuelas de proveer herramientas que faciliten el aprendizaje desde casa es ampliamente disparejo y depende de la disponibilidad de recursos que éstas posean, así como del nivel de gasto público destinado a educación, la disponibilidad de computadoras y el acceso a internet. En particular, la inclusión digital en zonas rurales se caracteriza por ser insuficiente y los mismos maestros posiblemente no cuenten con una cobertura de red que les permita distribuir material educativo a sus alumnos.  Mientras tanto, aquellos padres que alcanzaron mayores niveles de formación académica podrán, en la mayoría de los casos, ayudar y acompañar a sus hijos mientras estos siguen su proceso educativo desde casa. No sólo eso, sino que también serán capaces de cumplir el rol de formadores y potenciar las habilidades de estos niños, ya que la atención será totalmente personalizada.

Estudios llevados a cabo durante la primera infancia muestran que los niños que pasan la mayor parte del tiempo con sus padres altamente calificados en vez de atender servicios de guardería presentan beneficios significativos en el desarrollo de habilidades cognitivas en el largo plazo. Aquellos niños que no cuentan con condiciones tan ventajosas se hallan en clara desventaja; sus padres tal vez desconozcan la forma de acompañarlos en el proceso educativo y no estén al tanto de la importancia de su apoyo a lo largo de este período y sus consecuencias en el largo plazo. Estos niños viven además en hogares más pequeños, más densamente habitados y sin la posibilidad de contar con espacios silenciosos que propicien el estudio. Consecuentemente, las pérdidas de capital humano serán desproporcionadas a lo largo de la distribución del ingreso, llevando a desigualdades educativas y en ingresos incluso más profundas en un futuro.