El verano con sus fuertes calores estaba ya presente en esa zona santiagueña y si bien apenas eran las 10:00 de la mañana, el Comisario Gómez andaba muy diligente, todo transpirado, en el amplio patio de la Comisaría donde ya se habían reunido los policías que habían sido seleccionados para acompañar a la señorita Alicia Carransa y su padre en la búsqueda de los señores Sach y Bravo.

Según lo conversado, el Comisario sabia que esa mañana llegarían en un helicóptero que la interesada había alquilado a la empresa “TRANSPORTE AEREO SANTIAGO”.  En esa oportunidad recomendó dos cosas a Alicia. En primer lugar, que el piloto fuera el mismo que había trasladado a los ahora extraviados y en lo posible que el helicóptero fuera el de mayor cantidad de plazas disponible.  

Aproximadamente serían las 11:00 de la mañana de aquel día de principio de verano, un helicóptero, esta vez de mayor tamaño, produjo una gran algarabía entre los changuitos. En efecto se trataba de un impresionante aparato con capacidad para llevar además del piloto, seis personas cómodamente sentadas, se trataban de un BELL UH 1 H HUEY. 

Descendió en primer lugar un hombre de unos 50/55 años y luego lo hizo Alicia. El Comisario Gómez y el agente Fernández que oficiaba de ayudante se acercaron a recibir a los recién llegados con un gesto francamente abierto y amistoso.  

  • ¡Bienvenidos a la Comisaria! Yo soy el Comisario Gómez y él es el agente Fernández, mi ayudante. – dijo amablemente el Comisario. 
  • ¡Tenía tantas esperanzas de conocerlo Comisario! – expresó Alicia y no pudo evitar las lagrimas que acudieron a sus hermosos ojos.  

En ese momento se acercó el padre de Alicia. Se trataba de un hombre bien maduro, delgado, ojos claros con evidente ascendencia española. Llevaba el pelo corto y un jopo rebelde que aún lo acompañaba.  

  • Bueno Alicia, cálmate, Dios no nos abandonará. 

Un poco más atrás, prescindente de las emociones, aguardaba el piloto en actitud respetuosa. Al advertirlo, el Comisario se acerco a él y lo saludo como se saluda a un viejo conocido.  

 Cerca de medio día ingresaron al local de la Comisaria, que se trataba de un edificio modesto, pero bien construido con sus amplios espacios perfectamente distribuidos. Unos ventiladores de pie aportaban una generosa frescura.  

Después de comer, el Comisario tuvo una charla aparte con el piloto.  

  • Yo pedí su presencia aquí – le dijo sin preámbulos.  
  • Me imaginé señor – contestó el piloto.  
  • ¿Usted recuerda bien el lugar? – preguntó el Comisario ansioso.  
  • Si. Creo que puedo llegar a él sin dificultad, aunque ésta bastante lejos. más bien tirando para lado de pampa de los guanacos.  
  • Yo tengo seis hombres disponibles para acompañar en la búsqueda, por lo menos por ahora.  
  • Entonces sería conveniente de que en este primer viaje vayan la señorita Alicia y su padre y cuatro hombres de los suyos.  
  • Dentro de los cuatro estaré yo.  
  • Me parece muy bien Comisario. Eso me hace sentir más seguro. Presiento que habrá que tomar decisiones importantes cuando lleguemos.  
  • ¿Usted cree que están bien? ha pasado casi un año y eso, francamente, no es normal.  
  • ¿En los términos de su contrato con los extraviados, no estaba acordado que usted regresara en una fecha determinada a buscarlos? – interrogó el Comisario. 
  • No. De ninguna manera. Por lo menos yo no lo se. Las contrataciones se hacen con la gerencia de la empresa y yo soy un simple piloto. En este caso yo tengo instrucciones de quedarme hasta que nuestros clientes lo decidan.